La prescripción del amor
de la serie "La prescripción del amor", expuesta en la muestra del mismo nombre en Galería Exito Mundial, Santiago, Chile. Marzo, 2018.
“Abrazados, los amantes intentan desesperadamente fundir el éxtasis en una misma trascendencia, pero es en vano”Aldous Huxley, Las puertas de la percepción
La obra de Gaspar Álvarez aborda los alcances de la idea de lo romántico cristalizada en sus dibujos sobre cerámica y papel. El acceso a esta dimensión, a través de la figura del beso, no se comprende como algo único y original que acontece en cada relación afectiva de manera particular, y tampoco remite al delirio genérico del encuentro apasionado y fugaz entre dos personas, sino que se presenta como lo que es: la vida misma, las caricias temporales, donde nada es para siempre y todo prescribe.
La imagen de la película Romeo + Julieta (1996), extraída de una revista japonesa dedicada al filme, funciona como la evocación de un recuerdo para la generación del autor. Sin embargo, no se trata de las alas enlazadas al vestido blanco, la armadura metálica que cae desde los hombros, ni la estética construida en el cuadro cinematográfico, sino que es el acto del beso lo que interesa. Así, puestos en perspectiva, se deja en claro el contraste entre la imagen original y lo que Gaspar Álvarez ha decidido rescatar y poner en movimiento.
Los matices de las relaciones palidecen hasta su extinción. Quedan las cicatrices, el extrañar y el placer que proporciona la nostalgia de lo que ya fue. Existen ilusiones de seguridad, que hacen sentir la salvaguardia de los vínculos. No obstante, la verdad es que estamos a la deriva. Así, estos dibujos y lo que envuelve al motivo de su representación van a concluir en un quiebre y ninguno permanecerá constituido para siempre. Gaspar Álvarez fractura las piezas y nos afirma el devenir final de este ciclo. También nos ilustra esa recóndita satisfacción universal afianzada en la tristeza por remembrar la existencia de algo que alguna vez fue levantado en conjunto con alguien más y que ahora se encuentra deshabitado.
Tras el desapego, cerámicas e individuos resultan fragmentados y descompuestos sobre la superficie, luego, se restauran y forman una nueva composición. Así sucesivamente, se componen y descomponen las uniones en el espacio tiempo. La única certeza que transmiten estas obras es que hoy por hoy, en el estado actual de las cosas, dar por sentada la integridad de los vínculos proyectados hacia la eternidad es un afán de tiempos pasados y vírgenes.
Por otra parte, el artista traza frutas, que brotan como presencias contenidas en las estructuras de cerámica, fijas en su interior y con opción de ser reveladas o envueltas por el recipiente que las aloja. Una primera imagen podría remitir a la dimensión erótica que conforman las asociaciones posibles entre la contención de la cáscara y la carnosidad de la pulpa, sin embargo, su presentación en solitario, sin convivir con otros elementos, las pone al descubierto con más frialdad y distancia, otorgándoles independencia y libre oscilación por las sensaciones que acontezcan en quien las observe.
Finalmente, si nos detenemos en la panorámica que presenta el artista en esta naciente sala de exhibiciones y atravesamos el velo de su intimidad, aceptamos y concluimos lo que es natural en la extinción de los romances. Todo tiene final y está bien que así sea, acorde a nuestra condición viviente: fluctuamos, nos movemos, acomodamos y no podemos estar conformes y sin arrepentirnos si es que permanecemos eternamente sobre el mismo lugar.
“Todo se construye y se destruye /tan rápidamente /que no puedo dejar de sonreír”Charly García, Parte de la religión